Desde el comienzo de la pandemia mundial por la COVID-19, ha existido un consenso internacional en cuanto a las medidas para reducir la transmisión del virus: distanciamiento social, higiene de manos y uso de mascarilla. Estas medidas son consecuencia de las vías aceptadas de contagio: contaminación por inhalación de gotículas y por contacto directo con superficies contaminadas. Sin embargo, existe un creciente número de escenarios de contagio donde la transmisión no puede explicarse por los mecanismos mencionados anteriormente pero sí mediante la transmisión por aerosoles. En ese sentido, las diferentes autoridades sanitarias han comenzado a aceptar dicha transmisión como una vía de contagio muy probable -según recoge la bibliografía más reciente-, y por consiguiente, se ha incluido también la ventilación como medida fundamental de reducción de la transmisión. Este hecho ha introducido en la sociedad un intenso debate respecto a la mayor conveniencia de la ventilación natural o de la ventilación mecánica. La ventilación natural (considerada en este estudio como ventanas abiertas) presenta la aparente ventaja de un supuesto coste cero, a expensas de sacrificar el impacto en la eficiencia energética (y de olvidar los compromisos internacionales de lucha contra el cambio climático), el confort térmico de las personas, la presencia elevada de contaminantes en el aire en entornos urbanos y la falta de control de su funcionamiento real.

A pesar de ello, el presente estudio se centra en comparar ambos tipos de ventilación únicamente en cuanto a su eficacia para reducir la probabilidad de contagio por aerosoles. A nivel de ventilación natural se simula el caudal de renovación generado abriendo ventanas y a nivel de ventilación mecánica el caudal de renovación estipulado por el Reglamento para Instalaciones Térmicas en Edificios (RITE). 

En este estudio se analizan tres posibles escenarios de contagio: una escuela, un bar/restaurante y una oficina, con sendas densidades de ocupación y características del evento (tiempo de exposición, caudales respiratorios, etc.) similares a situaciones reales. Para relacionar la concentración de aerosoles en el ambiente con las probabilidades de infección se emplea el modelo de Wells-Riley. Se analizan las concentraciones de partículas infecciosas, así como las probabilidades de infección en función de los caudales de renovación para diferentes tiempos de exposición.

Si bien es cierto que para obtener una probabilidad de infección inferior habría que aumentar los caudales por encima de lo indicado por el RITE (una normativa que no se calculó teniendo en cuenta un evento de contagio por aerosoles), se concluye que el caudal de renovación asociado a la ventilación mecánica cumpliendo el RITE logra reducir hasta más de tres veces el
riesgo de infección respecto al caso de la ventilación natural (abrir ventanas).